martes, 4 de mayo de 2010

Publicacion de Juan Carlos Vila en su blog cuadernos desde el escaque

Lean y reflexionen por su cuenta...

A tal democracia, tal justicia

Al sistema que sustentamos día a día le corresponde la justicia que con la misma frecuencia apoyamos. Y hablo de democracia y justicia en minúsculas porque no se trata en ninguno de los casos de aquellos conceptos magníficos y grandilocuentes que defendían los ilustrados. Simplemente son lo nombres más habituales con los que designamos al sistema político y judicial respectivamente imperantes.

Un sistema racionalmente desproporcional debe estar acompañado de un criterio de justicia, injusto. La posmodernidad ha santificado esta democracia, como también lo ha hecho con esta justicia, y ahora ya no sabe qué hacer con ellas. ¿Se puede ser justo cuando se pide encarcelar a niñ@s de 12 años? ¿Se puede ser justo mientras se mantiene a presos en las cárceles que ya han cumplido su pena sobradamente? ¿Se puede exigir la pena de muerte para alguien que aún no ha pasado por un tribunal?

Estas preguntas son parte del miedo a la inseguridad. El temor al otro se puede radicalizar de forma insospechada tanto en el tiempo como en la magnitud, de manera que podemos generar pánico simplemente con el tintado excesivo de una fotografía (como sucedió en la portada de El Mundo el día del atentado del metro de Moscú), o se puede incitar al linchamiento avanzando especulaciones sobre la muerte de una menor. Y el sistema lo admite, y lo hace en pro de la libertad de conciencia y de expresión. Libertades que ya no son tan bien vistas cuando lo que se pretende es denunciar esos excesos.

La misericordia queda muy lejos del entendimiento general, y normalmente se la ve como una estupidez. Transformar el sistema penal en el sentido de trabajar la reinserción con más ahínco que el encierro punitivo sería más barato, más efectivo y más humano; pero vamos a endurecer el código penal para ir un poco más en contra de la propia Constitución, alejándonos de la reincorporación de aquellos y aquellas que se equivocaron, para encerrarlos en lugares cada vez más hacinados y menos humanizantes, para que al salir no encuentren otro camino que el de la vuelta a prisión. Preferimos pensar que la judicialización, la ejecución de lo punitivo, es mucho mejor que la reinserción y la negociación.

Ya lo he dicho más de una vez, pero no me cansaré de decirlo. Mientras no acabemos radicalmente con el Derecho como lo entendemos hoy, no habrá cabida para las personas en este mundo, sino para las cosas poseídas por unos pocos, que son las que mandan sobre cualquier línea del código penal, civil o administrativo. Hay que reconstruir desde cero para acercarse a un Derecho Social y no Mercantil, donde sea imposible que una empresa tenga los derechos de una persona. Recordemos que nuestro sistema se basa en un reparto de poderes, y nunca tomamos en cuenta el alcance del Poder Judicial; atentos, no se habla de Justicia, sino de la ejecución de la interpretación de la misma por un juez.

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